Nuestros veranos eran
de jardines llenos de moras.
Avispas que volaban
apresuradamente de fruta en flor
Que me asustaban con
su zumbido, cuando volar era su única intención.
Playas que estaban entonces
lejos.
Caminos sin asfaltar.
Calles de bajada con
toallas secas y arena anaranjada,
Vueltas con el peso de
la ropa mojada y piedras por esquivar.
Gritos de niños en
bicicleta,
Juegos aún por
inventar.
Un cielo azul nos
abrazaba
La lluvia nos impedía
la libertad.
Mi abuelo perdía la
memoria
Y plantaba plantas
para volverlas a arrancar.
Mi abuela
despotricaba, pero yo no entendía ni quería escuchar.
Mangueras de agua
cuando mi padre no trabajaba.
Días de playa y juegos
en el mar.
No existía el miedo en
mi infancia,
Tampoco el malestar.
Televisiones con
programas infantiles
Que nos hacían reír,
nunca llorar.
Padres que se querían
y nos querían,
Helados y sandías para
refrescar.
Hoy miro atrás y echo
de menos
Esa inocencia, mirada
de cristal.
Donde no había más
días grises
En los cuales no pudiese
salir a jugar.
Crecer significa
perder esa sonrisa,
Darse de frente con la
realidad
Trabajar por dinero
que rápidamente se va.
No me importa ya si
llueve, tengo que salir igual.
Poesía inaudita. Londres, 9 de Junio del 2013.
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