Siempre me pregunto, aunque no voluntariamente: ¿a qué sabe
la pérdida?
Es un dolor que esperas, del que crees estar preparado, pero
cuando oyes la mala noticia un pinchazo recorre tu pecho y, por donde ha pasado
ese rayo de dolor, queda un vacío inexplicable.
Tu estómago se llena de sufrimiento y te es increíblemente
difícil comer.
Tu cabeza, no obstante, queda vacía. Agujeros en tu mente te hacen vivir en un mundo inexistente.
Piensas, pero a la vez no lo haces. Solo estás ahí en ese momento, sin poder
hacer ni decir nada.
Te quedas en ese estado durante días, en los cuales las
noches son muy cortas y el insomnio muy largo.
Y llega el día del entierro, ese día tan sufrido, en el que
llorarás hasta quedarte sin lágrimas en el cuerpo y recordarás todas las cosas bellas de esa
persona.
Después de este duro trance pasará el tiempo y con él se arrastrará el olvido.
Pensarás en esa persona con una triste sonrisa en los labios
y le echarás de menos en secreto.
Sentirás ese pinchazo que sufriste al conocer su muerte,
cada vez menos intenso, al oír su nombre y, de pronto un día, olvidarás el
dolor de la muerte.
Y entonces te preguntarás: ¿a qué sabe la pérdida? Y la
sufrirás de nuevo.
Londres, 21 de Diciembre del 2013. Tras la muerte de Rosa Vidal a los 94 años: la meva àvia.