viernes, 9 de octubre de 2015

NO-DIENTE


El dolor en la boca era extremadamente intenso.
En uno de mis constantes lamentos se me ocurrió decir cuánto me dolía el diente, con la acertada mención de mi madre de que no me podía doler un diente que ya no tenía.
Así pues, lo que me causaba daño no era el diente, sino su ausencia.

El no-diente se había convertido en mi forma de vida.

Era cuando tenía algo y lo perdía que era consciente de lo mucho que lastima.
No es el perder un objeto, una persona o un sentimiento lo que nos causa angustia o malestar. Es, sencillamente, haberlo tenido y después perdido para siempre.

El no-diente es una metáfora del mundo real.

Es un hueco que te queda física y psicológicamente de algo que habías desestimado y que ahora que ya no está contigo.
No echamos de menos a esa persona, sino el tener una persona que nos haya querido. No es el objeto en concreto el que nos falta, sino el haberlo poseído.
No es el diente lo que me duele, sino el hueco que me ha dejado en la dentadura.

Pero, por suerte, la encía sanará. Se regenerará lentamente hasta cubrir el agujero. Y en ocho meses la herida habrá cicatrizado, hasta tal punto que ni yo ni mi cuerpo nos acordaremos de esa muela. Ni del amor y la amistad perdida, ni de los objetos ausentes...

Simplemente, volveré a poseer sin saberlo y a disipar para lamentarlo, en un eterno ciclo de tener y perder, hasta no poder contarlo.

Barcelona, 9 de octubre del 2015. Con dos muelas menos.

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